A partir de un
artículo publicado en el periódico
El País os presentamos cuatro historias reales de chicas que han sufrido la violencia sexista en sus vidas.
CRISTINA
Si me acuerdo de la primera vez?”. Cristina
entorna los ojos. “No sé... Empezó poco a poco. Tirones de pelo alguna vez,
empujones... Una tarde que estábamos en un parque se enfadó y empezó a pegarme
puñetazos en los brazos y en la tripa. Luego se puso a llorar. Me asusté
tanto... Y me sentí tan mal por verle así que...”, relata. El día de esa
agresión Cristina, que hoy acaba de cumplir la mayoría de edad, tenía 15 años y
llevaba seis meses saliendo con ese chico, de 16. Cuenta que al principio todo
era “mágico”. Que el resto del mundo no existía para ellos. Pero gesto a gesto
él la absorbió. Y la anuló mucho antes de levantarle la mano. Poco después, en
una fiesta, una amiga vio como él le agarraba del pelo y le gritaba. “Estaba
histérico y mi amiga se asustó. Me dijo que el tío era un bestia y que tenía
que dejarle. En verdad no era nada comparado con otras veces y algo le conté;
pero nunca hablamos de maltrato. Para mí, lo mío era otra cosa. Violencia de
género es lo que les pasa a las mujeres mayores, casadas, adultas. Así pensaba
yo”, dice con una sonrisa cansada.Le
costó entender que no. Que había muchas historias similares a la suya.
ALICIA
Alicia
se adentró en ese cuento de princesas cuando tenía 14 años y empezó a salir con
su primer novio, de 16. Recuerda que se sentía enamorada hasta el tuétano y
que, aunque casi desde el principio él tenía enormes arrebatos de celos no lo
vio mal. “Me sentía incluso halagada. Lo tomaba como si fuera mi caballero
andante que estaba celoso porque me quería mucho”, cuenta. Esta joven rubia, de
ojos ambarinos y gesto risueño prefiere no dar su nombre real. Cuenta que por
aquel entonces su vida era él. Se escapaba de casa para verle, faltaba a clase.
Con las semanas y los meses esos arrebatos de celos que acababan en discusiones
e insultos dieron paso a los empujones, los escupitajos. También a la violencia
sexual.Estuvieron juntos hasta que ella cumplió
19. Ahora tiene 24. “Los episodios de violencia se sucedían. Pero ocurría, él
me pedía perdón y yo le disculpaba... Incluso me llegaba a sentir culpable por
haberle provocado, por haber hecho que se alterara de esa forma... Yo le
amaba... O al menos eso creía”, cuenta Alicia. Una noche, a la salida de una
discoteca, él le dio una paliza. La emprendió a patadas con la chica, le rompió
una pierna y le provocó una lesión en el cuello. “Una amiga me llevó al
hospital, me escayolaron y me tuvieron que poner un collarín”, relata. Cuando
llegó a casa y le contó a su madre la verdad, la mujer sufrió una conmoción. No
sabía nada.
GEMA
La
historia nos la cuenta su madre.Al principio, cuando empezaron a salir me
pareció hasta bien. El chico era muy educado, yo conocía a los padres...”,
recuerda. Sin embargo, cuenta que llevaba un tiempo algo escamada porque
percibía que Gema había dejado de salir con sus amigas, que discutía mucho con
su novio. “Casi siempre por celos de él, aunque luego siempre lo arreglaban”,
explica. Una noche, en plenas fiestas del pueblo, notó al llegar a casa que
Gema tenía sangre en la ropa. Estaba muy nerviosa. Parecía que había discutido
con el chico y que él se había ido. “Yo sabía que algo había pasado pero mi
hija solo me repetía que había que localizarle, que tenía miedo de que le
hubiera pasado algo”. Le llamó al móvil. Le preguntó y el adolescente reconoció
que había pegado a Gema.
LAURA
Laura
sufrió malos tratos por parte de su novio a los 15 años, pero hasta los 20 no
fue consciente del lastre que acarreaba. Una mochila de sumisión que, sin
llegar a las agresiones, la llevaba a escoger a chicos autoritarios y
dominantes. También la situación que vivía en casa, donde también sufría
abusos, jugó un importante papel. “Eso me empujó a los brazos de ese chico que
yo veía como mi protector. Al principio me sentía genial, después...”, cuenta.
Después, siguiendo el patrón de la mayoría de casos de violencia de género,
llegaron los golpes. En
el caso de Laura fueron los padres de él quienes abrieron los ojos. “Un día que
había consumido droga me pegó delante de ellos. Se montó una pelea tan tremenda
que él llegó a pegar a sus padres”, relata Laura. La chica les contó entonces
lo que ocurría y ellos la animaron a denunciar. No lo hizo por miedo a su
propia familia. Sin embargo, los padres del chico sí le denunciaron por
agresión hacia ellos. Y eso destapó que el joven tenía otras causas pendientes
de robo con violencia. Fue condenado a dos años de cárcel. Laura no le volvió a
ver. Ahora se dedica a la formación de profesionales sanitarios.
Aún acude a los grupos de terapia para jóvenes, a las que
explica su historia. “A esa edad no te identificas como víctima de maltrato”,
dice. Y si lo haces,, cuesta dar el paso y contarlo: “No quieres que a él le
pase nada y tampoco quieres que tu familia sufra. Es complicado”.Eso fue lo que
le ocurrió a ella, hasta que él la agredió en plena calle. Insiste en que tenía
toda la información, la ayuda y la confianza de sus padres.